domingo, 6 de septiembre de 2009

Retrato de una alcoba engañada

Toqué la espalda de tu portón caído.
No fueron mariposas.
Huían incandescentes lagartijas en los corredores.
Respiré cada continente de sábana pagana.
Desprendía húmeda la viruta de tus roces.
No fue la lluvia de ventana de quimeras descalzas.
Fue una lágrima a galope que no llegó a destino.

De tanta sístole la turbulencia encogió conmigo.
La malaria de historias con tus labios
quedó enraizada en el hueco de un árbol caído
Lógica envenenada con sus dedos,
la relación se apretó en el muro de tus absurdos
Regresaste a tu extravío
como lunar aburrido que se mudó de lugar.

A placer la autonomía de ahogado colmenero.
A corromper el átomo desorbitado en la saliva.
A saber la dicotomía de esos suspiros,
no hubiera amansado el barro avejentado de mi eco.
Apagaría la estrofa mórbida, cebo en mi profundidad.
Me ahogaría en la huelga de un mástil sin viento.
Hiedra, moriría incompleto, otoñal en tus escalinatas.

Fotográfico simulacro aromado.
Fotogénica ciruela manchando con mentiras el mantel.
Si supiera él, la lisérgica infecta que quedó en la alcoba.
Si volviera la aurora a desordenar nuestros cuerpos.
Si supieras tú, que en el agua acantilada de mis huesos,
todavía duele clandestino el aire de tu carne mal amada.
Si supieran….

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